lunes, 11 de agosto de 2008

Abro la puerta, voy al ascensor. Quiero comprar algo en el kiosco. Sí, ya sé que es tarde. Cuando el ascensor hace clack porque bajó, dos personas abajo. Eran grandes y el tipo me hace acordar a papá. Les sonrio. Yo cierro, gracias, les cierro la puerta, sube el ascensor.

Camino hasta el kiosco. Está cerca, en la misma vereda. Con cuánto me pagás, dos con cincuenta, bueno. Camino de vuelta. Veo venir un hombre con un sobretodo. Murmura algo. ¿Señor yo? Yo soy no un señor, soy un señorazo, un señorazo soy, yo no soy un señor, soy un gran señor, un señorazo, un señorazo soy. Nos cruzamos, el señor deja una estela cada vez más fina. Ja, señor yo. Un señorazo soy, yo soy un señorazo.

Abro la puerta y entro a casa.

4 comentarios:

Minerva dijo...

1ero: "La gente sería más feliz, si el concepto de felicidad no existiera."

Cierto.

Y el de ahora. No lo entendí del todo. Pero me suena que era el fin del texto. A lo sumo que seas vos quien lo entienda. No sé si digo cualquiera. Me gusta no entender (a veces).

Flor dijo...

Te amo en esos silencios de escucha furtiva que tenés a veces... y todo el tiempo también.

Brae dijo...

deja de flashar gato (?) soy re maloso te patoteo virtualmente

conedulcorante dijo...

uff


imaginate si te hubiese mirado a los ojos.