sábado, 27 de junio de 2009

Lloraba Martín

--Lloraba Martín, lloraba.
--Lloraba por su ausencia, claro. Pero lloraba también porque sabía que un día dejaría de llorar. Lloraba porque sabía que un día se despertaría y no pensaría en ella. Lloraba porque sabía que un día estaría irremediablemente bien. Un día dejaría de doler, un día aquello que le cambió el mundo sería una anécdota más y más borrosa. Una anécdota enclenque, como no podría ser de otra manera. Una anécdota escurridiza, hueca, rellena de ficciones cada vez menos probables. Un cuento que a fuerza de repetirse nos sugiere ridículamente que hemos estado allí. “¿Acaso el pasado es otra cosa?”, le preguntó a la almohada húmeda.

--De pronto entendió que tampoco daría cuenta de su llanto. Desconsolado, fue sus lágrimas y poco a poco, herida a herida, fue secándose.


Hoy, si le preguntan, dice que es un tipo feliz.

sábado, 13 de junio de 2009

Falacia de mundos binarios

Estaban donde Chola, en su mercado. De pronto (es que estos eventos generalmente no se anticipan), un hombre en el umbral apurado por robarles.

- Rápido, vacíen la billetera en esta bolsa.

El mango de una posible arma se asomaba por el bolsillo de su campera y convencía a todos los presentes. Excepto, es necesario aclarar, a uno.

- ¡Es mentira! – gritó el pequeño indignado. El mundo bajó la vista para encontrarlo.- ¡Usted no es un ladrón! Si el otro día me ató los cordones a la vuelta de la escuela.


Todo fue silencio. La cara del hombre se hizo roja en un instante. Guardó la bolsa antes de que cualquiera pudiera obedecerle, y con un ademán se despidió. Muerto de vergüenza.


Luego la madre, abrazando fuerte al pequeño cosa de reescribir el pasado:

- ¿En serio te ató los cordones?

- No sé… creo que tenía la misma campera.