--Lloraba Martín, lloraba.
--Lloraba por su ausencia, claro. Pero lloraba también porque sabía que un día dejaría de llorar. Lloraba porque sabía que un día se despertaría y no pensaría en ella. Lloraba porque sabía que un día estaría irremediablemente bien. Un día dejaría de doler, un día aquello que le cambió el mundo sería una anécdota más y más borrosa. Una anécdota enclenque, como no podría ser de otra manera. Una anécdota escurridiza, hueca, rellena de ficciones cada vez menos probables. Un cuento que a fuerza de repetirse nos sugiere ridículamente que hemos estado allí. “¿Acaso el pasado es otra cosa?”, le preguntó a la almohada húmeda.
--De pronto entendió que tampoco daría cuenta de su llanto. Desconsolado, fue sus lágrimas y poco a poco, herida a herida, fue secándose.
Hoy, si le preguntan, dice que es un tipo feliz.
sábado, 27 de junio de 2009
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6 comentarios:
for no one.
Cada dia me enamoro mas de tus escritos
ay pero que terrible
Yo quiero creer que con el tiempo nos hacemos más humedos... O al menos más permeables!
Beso patito!
Ni idea, nat. Yo sólo cuento lo que le pasó a Martín. ;)
Pobre, pobre martín. Capaz con un baño de vapor y alguna crema humectante se le soluciona la vida... O al menos no se le vuelve tan áspera.
ojala. ojala así suceda. porfiria Bernal dice que no hay demasiadas diferencias entre inventar y recordar. y entonces, que después, lo más pronto posible, podamos inventar sobre el recuerdo, Y que todo sea como jugar a las escondidas, vestir un pullover amarillo o tomar té con leche.
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