Cansado de que nadie lo tome en cuenta, Alejandro se encerró en el baño con la tijera, el repasador, el pegamento y todo el algodón que pudo extraer del botiquín de su madre. Salió horas después con una sonrisa de oreja a oreja y su miembro atroz pegado en la frente
Desde aquel día, hasta los viejitos se peleaban por cederle el asiento en el colectivo.
Desde aquel día, hasta los viejitos se peleaban por cederle el asiento en el colectivo.